El fútbol siempre ha sido un ámbito fértil para los sobrenombres de sus jugadores: desde Pulgas hasta Tanques, desde Toros hasta Matadores. Pero cuando se habla del Rey sólo hay uno: Edson Arantes do Nascimento, Pelé.
Símbolo del jogo bonito brasileño, único futbolista que ganó tres copas del Mundo con la selección de su país y considerado por muchos el mejor jugador de la historia, la muerte de Pelé a los 82 años tras luchar contra un cáncer de colon se anunció este jueves.
Se trata de una de las mayores pérdidas sufridas jamás por el deporte más popular del planeta.
Desde que deslumbró a todos en el Mundial de Suecia 1958 con apenas 17 años, Pelé se transformó en ícono de la magia y el alcance global del fútbol, y se mantuvo así hasta sus últimos días, aunque su vida tampoco estuvo exenta de polémicas.
"A veces bromeo que sólo me faltó ir a la Luna, me faltó jugar en la Luna", dijo en un mensaje para recordar los 50 años de la Copa del Mundo de México 1970, la última que disputó y alzó con la camiseta 10 de Brasil.
Si bien nunca fue a la Luna, el hombre nacido en 1940 en la localidad brasileña de Três Corações, en el estado de Minas Gerais, parecía jugar al fútbol sin respetar las leyes de gravedad.
Con las mismas piernas derecha e izquierda con que sacaba indistintamente potentes remates al arco, podía dar sutiles toques al balón, pasándolo sobre la cabeza de sus marcadores.
Su "gol de los cuatro sombreros" de 1959 con el club brasileño Santos, donde jugó casi toda su carrera, es considerado uno de los más bonitos que anotó, salteando a cuatro rivales con apenas 19 años.
Así como podía avanzar en velocidad con el balón pegado a sus pies, dando regates, se despegaba del suelo con saltos asombrosos para cabecear en el área rival, como lo hizo en la final de 1970, al marcar el primer gol frente a Italia para un Brasil plagado de otras estrellas como Jairzinho y Rivelino.
Sin embargo, Pelé solía decir que su padre, João Ramos do Nascimento, tenía un récord que él nunca alcanzó de cinco goles de cabeza en un partido, antes de una lesión de rodilla que agravó las dificultades económicas de su familia.
Pelé pasó de jugar de niño con balones hechos de calcetines en la localidad de Baurú, a debutar en el Santos a la edad de 15 años. Marcó un gol en ese primer juego y más tarde también alcanzó la gloria con ese club que representó hasta 1974: dos copas Libertadores, dos Intercontinentales, cinco copas Brasil, una decena de campeonatos paulistas…
Que pudiera jugar tantos años en Santos sin ser transferido a Europa fue en buena parte porque el gobierno brasileño lo declaró tesoro nacional y el propio club organizó partidos de exhibición en diferentes países.
Un año después de anunciar su retiro, en 1975, pasó al New York Cosmos con un contrato millonario y contribuyó a promover el fútbol en Estados Unidos. Su último partido fue un amistoso entre ese club y Santos, en octubre de 1977.
A lo largo de su carrera, Pelé anotó 1.283 goles, 767 de ellos en partidos oficiales según la RSSSF, que reúne estadísticas de fútbol. Tuvo un promedio de 0,9 gol por juego, algo extraordinario hasta hoy.
Además de su destreza física y calidad técnica, Pelé destacó por su visión de campo y capacidad para anticiparse a las acciones de sus rivales.
Es cierto que el fútbol de aquellos años era muy diferente al actual. Se jugaba a un ritmo más lento, con menor intensidad y más espacio para los creadores como Pelé.
Pero en esos tiempos los futbolistas profesionales enfrentaban retos peculiares.
Los campos de juego eran más irregulares, la preparación física era menos desarrollada y los defensas más rudos: a veces se lanzaban directamente a "sacar" del partido a sus rivales más habilidosos, como hicieron con Pelé en el Mundial de Inglaterra 1966, el único que O Rei disputó sin ganar.
En cambio, conquistó las copas del '58, '62 y '70, cumpliendo con creces la promesa de ganar un Mundial que dijo haberle hecho a su padre siendo niño, al verlo llorar por primera vez junto a la radio por la derrota de Brasil frente a Uruguay en la final de 1950 en el estadio Maracaná.
De su mano, Brasil se sacudió complejos y fue una superpotencia futbolística mundial.