La producción coreana es la primera en liderar la lista de las ficciones más vistas en Netflix. Con su mix de terror y juegos infantiles se convirtió en un fenómeno mundial
El juego del calamar tiene un planteo lúdico: un grupo de personas, desahuciados y con deudas económicas imposibles de saldar reciben una misteriosa invitación para participar de una competencia. Diversos juegos infantiles van a converger dentro de un predio misterioso donde esta gente que no tiene nada que perder se suma para poder llevarse el premio mayor de 37 millones de dólares (45 millones de wones). Pero atención, quienes no pasan las tandas de eliminación son directamente asesinados sin más. Esta serie remite en su esquema a lo que sucedía en Los juegos del hambre, que a pesar de situarse en otro contexto, guarda la similitud de la opción de “jugar un juego” (y ganarlo). En menos de una semana, El juego del calamar se convirtió en un furor y ocupa el primer puesto entre las más vistas de Netflix.
La serie comenzó a rondar en la cabeza de Hwang Dong-hyuk hace diez años cuando imaginó este mix entre el terror y los juegos infantiles: “La combinación de ambos podría convertirse en una ironía muy sorprendente”, dijo en una entrevista en plena promoción de la serie. La serie está compuesta de un temporada de 9 episodios y cada uno de ellos tiene una duración de 1 hora aproximadamente.
Un recorrido sobre las causas del éxito de esta serie coreana que atraviesa su mejor momento
Agobiados y empujados por la pobreza y las deudas, los seres humanos pueden hacer lo que sea: desde robar, matar o competir en un juego y arriesgar sus propias vidas. Un reflejo tal vez de cómo actúan algunos gobiernos que agobia con impuestos, punitorios, deudas con intereses, burocracias infinitas que no dejan levantar la cabeza cuando llega la mala. El concepto de falta de compañerismo y del sálvese quien pueda son la moneda corriente de El juego del calamar. Las diferentes rondas que se tienen que pasar, van a llevar al extremo a cada jugador que van a recurrir a todo lo que tengan a mano con tal.
Por momentos parece que los participantes y sus vigilantes estuvieran inmersos en una partida del juego Fall Guys que tan popular se hizo durante la pandemia (miles de muñecos corren para ir pasando pantallas y en el camino van quedando los más débiles y los que fallan). Los escenarios al momento de los juegos, son coloridos, vistosos al ojo del espectador pero a la vez terminan resultando siniestros y llenos de engaño.
Controlados desde una gran pantalla los participantes son monitoreados por una persona misteriosa que es quien decide quién sigue en el juego y quién pierde ( o muere). Esa sensación de control extremo genera agobio en el espectador que sólo necesita que los participantes salgan con vida. ¿Qué quiere? ¿Por qué hace eso? ¿Es un gran controlador de masas al estilo de un Panóptico como plantea Michel Foucault? Lo cierto es que los seres humanos desde que nos despertamos hasta que nos acostamos estamos siendo controlados por cámaras: se conocen nuestros movimientos, los lugares que visitamos, las personas que vemos. La falta de privacidad y los tiempos modernos van de la mano y en El juego del calamar se hace evidente en cada escena.
“Los inteligentes nunca comen mucho”, dice Cho Sang-woo (Park Hae-soo) el hombre divorciado que está a punto de perder a su hija definitivamente y, como todos lo participantes, está en la ruina. El representa las clases más bajas de Seúl, un hombre que intentó de todo pero el sistema se lo tragó. En contraposición se encuentra otro participante con el que había compartido el mismo barrio que se recibió en economía en la Universidad de Seúl. Él es considerado superior por su título pero, de nuevo, a pesar de su superioridad intelectual no está a salvo
En toda historia debe aparecer un héroe o alguien que pueda destrabar el conflicto central de la trama. Acá ese rol es cumplido por varios personajes, pero tal vez el que más lo pone en práctica es el policía que es hermano de una de las víctimas del primer juego. Es quien se enfrentará al sistema, en esta especie de submundo o realidad paralela dirigida por alguien supremo. Un enemigo que se desconoce y que decide por la vida de todos.
El juego del calamar invita a retornar a los juegos de nuestra niñez, donde el único objetivo era ganar y, si podíamos, pasarla bien. Cada uno de los personajes tuvo experiencias diversas sobre sus primeros años de vida, que regresan como flashbacks en diferentes escenas. Esa época sin responsabilidades, sin miedo a perder porque siempre había una nueva chance de empezar el juego de nuevo y convertirse en héroe.